estrategIA #79 - Inteligencia artificial y el fin del trabajo: por qué la renta básica universal es ya un debate ineludible
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Reescribiendo el contrato social en tiempos de máquinas pensantes: renta básica universal frente a la tormenta de la IA
Introducción: la razón de ser de este importante artículo
En las últimas semanas estamos contemplando numerosas declaraciones de grandes personalidades y expertos poniendo directamente el foco en algo que nosotros, los que seguimos más de cerca la IA, ya conocemos, pero que creemos que la mayoría de la población desconoce por completo, el potencial disruptivo de la revolución de la inteligencia artificial en la que estamos inmersos.
Por poner algunos ejemplos de estas declaraciones: Bill Gates en Tonight Show afirmó que en 10 años la Inteligencia artificial nos dará gratis a todos asesoramiento médico de máximo nivel y educación personalizada, y que esa “inteligencia gratis” tendrá como contrapartida que la IA podría asumir la mayoría de los trabajos. Unos cuantos días antes, Dario Amodei, el CEO de Anthropic, dijo que en un año la IA podría escribir todo el código de programación. Javi López, uno de los principales emprendedores españoles en el campo de la IA, hacía esta reflexión en X coincidiendo con la llegada del nuevo sistema de generación de imágenes a ChatGPT ”nos encaminamos hacia un mundo en el que podremos crear cualquier cosa utilizando mero lenguaje natural y gestos”. Con motivo de ese mismo lanzamiento, el divulgador de la IA Jon Hernández (cuya entrevista con Jose María Lassalle en la que abordan también estos temas os recomendamos hace algunos números) hacía esta directa afirmación en X: “Fuera coñas, lo de hacer imágenes a lo Totoro está guay y tal pero hoy se han reventado un montón de empresas y se ha puesto en peligro de extinción otra profesión. Que os cale eso, a ver si despertamos de una puta vez y nos damos cuenta de lo que se nos viene encima”.
Estos son sólo cuatro ejemplos recientes, pero hay muchos más y, en honor a la verdad, desde las grandes compañías y laboratorios de IA se nos viene advirtiendo desde hace años del poder transformador de esta tecnología. Todo parece apuntar a que vamos a vivir en un mundo bastante diferente en menos de una década, en el que el trabajo tal y como lo conocemos podría ser una realidad muy distinta para la mayoría de personas.
En este contexto, una de las principales herramientas que se ha barajado (aunque la idea como veréis tiene siglos de antigüedad) para hacer frente al terremoto socioeconómico es la implantación de una renta básica universal. Como pensamos que el concepto es mucho más desconocido de lo que merecería ante esta revolución que viene, y que es clave empezar a debatir sobre esta solución y cómo implementarla (o cómo crear otras soluciones alternativas –lo que no va a valer es no cambiar nada—), hemos decidido dedicar este artículo a tener siquiera una primera aproximación (para la que nos han ayudado todas las herramientas de investigación profunda que recomendamos en el número 75) de qué es la renta básica universal, por qué podría ser muy necesaria en un contexto de llegada de la inteligencia artificial general (AGI) y algunas ideas clave sobre su concepto e implementación en un mundo además en el que, y esto es fundamental, –más allá del reconocimiento intrínseco de la dignidad humana por sí misma– la gente no es que no quiera trabajar, es que no habrá, muy posiblemente, trabajo para la mayoría.
La renta básica universal: una opción clave ante la llegada de la inteligencia artificial general
El progreso de la inteligencia artificial ya no se mide en décadas, sino en meses. Desde algoritmos que optimizan la logística hasta modelos de lenguaje que redactan código o poesía, la IA está remodelando industrias enteras. Pero el horizonte vislumbra una transformación aún más profunda: la llegada de la inteligencia artificial general, sistemas con una capacidad cognitiva comparable, o incluso superior, a la humana en un amplio rango de tareas. Esta perspectiva, junto con la hipotética superinteligencia que vendría poco después, plantea interrogantes fundamentales sobre la estructura misma de nuestras economías y sociedades, particularmente sobre el futuro del trabajo. Ante la posibilidad, cada día más real, de una automatización a escala masiva, una idea antaño relegada a los márgenes del debate político, la renta básica universal (RBU o más conocida universalmente como UBI, por las siglas en inglés de universal basic income), emerge como una propuesta que exige ser considerada con urgencia y pragmatismo.
¿Qué es la renta básica universal?
En esencia, la renta básica universal consiste en un pago periódico, individual, incondicional y en efectivo otorgado por el Estado a todos sus ciudadanos o residentes. Su universalidad e incondicionalidad la distinguen radicalmente de los subsidios tradicionales, que suelen ser selectivos, temporales y requerir contraprestaciones como la búsqueda activa de empleo o la demostración de necesidad. La RBU, en cambio, se concibe como un derecho ciudadano, un suelo económico garantizado que simplificaría la compleja arquitectura del estado del bienestar, reduciría la burocracia y eliminaría el estigma asociado a recibir ayudas.

La idea no es nueva. Sus raíces intelectuales son sorprendentemente diversas. Por mencionar sólo algunos referentes: Thomas Paine, en el siglo XVIII, ya abogaba por un "dividendo ciudadano" como compensación por la privatización de la tierra. En el siglo XX, figuras tan dispares como el líder de los derechos civiles Martin Luther King Jr., quien la veía como una herramienta directa para abolir la pobreza, y el economista liberal Milton Friedman, defensor de un "impuesto negativo sobre la renta" como alternativa eficiente a la burocracia asistencial, apoyaron conceptos similares. Más recientemente, filósofos como Philippe Van Parijs han articulado la renta básica universal en términos de "libertad real", argumentando que la seguridad material es un prerrequisito para que todos puedan ejercer genuinamente sus opciones vitales.
Más allá de la teoría se han realizado numerosos “experimentos” con renta básica a escalas limitadas en los últimos años (En Finlandia, Ontario, India, Alemania, etc.), pero hay que entender que estaremos en un contexto muy distinto, porque uno de los temores de los impulsores políticos de estos prototipos era que la renta básica universal pudiera desincentivar el trabajo y tener incidencia negativa por esa vía, pero aquí vamos a encontrarnos, muy posiblemente, en un escenario donde buena parte de la población no “podrá” trabajar (al menos en condiciones similares a las actuales) con lo que esto cambia completamente la perspectiva y elimina ese “temor”.
Teniendo en cuenta esa enorme diferencia, lo que mostraron principalmente esos estudios en términos generales es que la renta básica universal reduce la pobreza extrema, disminuye el estrés financiero y no produce un abandono masivo del empleo. Sus efectos positivos se reflejan sobre todo en la seguridad, la salud mental y la capacidad de emprender o capacitarse. Sigue abierta, sin embargo, la cuestión de cómo financiar a gran escala una RBU suficiente, y si podría darse algún efecto inflacionario.
La era de la inteligencia artificial: ¿por qué la renta básica universal vuelve a primera línea?
Si la renta básica universal ha sido un tema recurrente en la historia del pensamiento, desde múltiples tendencias y visiones, en los últimos siglos y se han hecho bastantes experimentos piloto, ¿por qué ha ganado tanta tracción recientemente? La respuesta, obvia si ha leído la introducción del artículo, reside en la aceleración exponencial de la IA. A diferencia de olas tecnológicas previas, la IA actual no solo automatiza tareas rutinarias o manuales, sino también cognitivas y creativas y, es una tecnología que además dentro de poco tiempo podrá “mejorarse a sí misma”, tendremos modelos de IA entrenando a mejores modelos que a su vez entrenarán a la siguiente generación de modelos… lo que acelerará aún más su desarrollo. Informes de consultoras como McKinsey proyectan cientos de millones de desplazamientos laborales a nivel global para 2030, mientras que Accenture estima que modelos como ChatGPT podrían impactar hasta el 40% de las horas laborales y son dos estudios de 2023 (antiquísimos en términos de IA donde cada año la velocidad se acelera).
La perspectiva de la AGI intensifica estas preocupaciones. Si máquinas inteligentes pueden realizar la mayoría de las tareas humanas de forma más eficiente y barata, el modelo tradicional de empleo como principal mecanismo de distribución de ingresos se tambalea. El riesgo no es solo el desempleo masivo, sino también una exacerbación dramática de la desigualdad (tal y como destacaba José María Lassalle en su libro y en la conversación con Jon Hernández). Tal como han señalado economistas como Daron Acemoglu, la automatización tiende a favorecer al capital sobre el trabajo, concentrando la riqueza generada en manos de quienes poseen la tecnología. Sin mecanismos correctores, podríamos enfrentarnos a un futuro de abundancia tecnológica coexistiendo con precariedad generalizada.
En este escenario, la renta básica universal se postula como una herramienta estratégica por varias razones interconectadas:
Estabilizador económico y social: actuaría como una red de seguridad fundamental para millones de personas desplazadas, evitando la pobreza masiva y manteniendo la demanda agregada necesaria para que la economía (cada vez más automatizada) siga funcionando. Sin consumo toda nuestra economía capitalista se derrumba, si la gente no tiene dinero, no puede consumir. Luego, darles la capacidad de consumo, aunque sea reducida al principio, (en lo que bajan los precios por la mejora tecnológica y la reducción de mano de obra y además se puede ir incrementando progresivamente la cantidad que reciben como RBU con la mayor generación global de riqueza) es clave para el mantenimiento del propio sistema tal y como lo conocemos –otra cuestión, pero ya para un futuro un poco más distante, sería ver cómo funcionaría en una economía post-escasez ya en una siguiente fase–.
Mecanismo de redistribución: canalizaría una parte de las ganancias de productividad generadas por la IA hacia toda la población, funcionando como un "dividendo tecnológico" que reconoce la naturaleza colectiva del progreso. Figuras del sector tecnológico como Elon Musk y Sam Altman (que incluso financió sus propias investigaciones al respecto) han apoyado públicamente la RBU bajo esta lógica.
Facilitador de la transición: aliviaría la presión económica sobre los individuos, permitiéndoles invertir en formación, adaptarse a nuevos roles o explorar vías alternativas de contribución social (cuidados, arte, voluntariado) que el mercado no siempre remunera adecuadamente. La cuestión, también clave, del “sentido” vital en un contexto en el que hemos enlazado nuestra identidad tanto al trabajo y este desaparece o se transforma profundamente daría para otro artículo, sin duda, pero al menos una renta básica universal permite solventar mínimamente las necesidades económicas y da más opciones para abordar cuestiones existenciales también extremadamente relevantes.
Refuerzo de la negociación laboral: otorgaría a los trabajadores un mayor poder para rechazar condiciones precarias, fomentando una mejora general de la calidad del empleo restante. Si la gente no tiene recursos económicos que le permitan sobrevivir es muchísimo más vulnerable a que un posible empresario con escasos escrúpulos le amenace con reemplazarle por una IA o un robot si no hace el doble de horas o se baja el sueldo. La RBU puede ayudar notablemente por esa vía a salvaguardar la dignidad y las condiciones laborales de las personas que sigan trabajando.
Justicia intergeneracional: resulta particularmente relevante para los jóvenes. Si la IA limita la contratación de nuevo personal –algo que ya empezamos a ver en grandes empresas tecnológicas que han decidido reducir drásticamente sus planes de contratación de programadores– más que despedir a los existentes (que tiene unos costes mucho mayores), las nuevas generaciones enfrentarían barreras significativas para acceder al mercado laboral. Las posibles medidas de reducción de jornada laboral que se están proponiendo en los últimos años pueden chocar, en el contexto de la AGI, con el mismo muro: se reduce la jornada mientras y se protege y mejoran las condiciones a los empleados que ya tienen trabajo, pero el tiempo laboral que dejan vacante lo llenan las IAs, no nuevos trabajadores que se ven aún más desamparados. La RBU les ofrecería a los jóvenes una base económica esencial y les puede dar la seguridad necesaria para lanzar a algunos de ellos sus propios proyectos, fomentando el emprendimiento, o encaminar su vida hacia actividades socialmente muy valiosas pero no “remuneradas”.
La cuestión clave de la financiación
La pregunta del millón sigue siendo cómo financiar una renta básica universal significativa que permita abordar el cambio social que puede traer la llegada de la AGI. Las propuestas van desde reformas fiscales tradicionales (aumentos progresivos del IRPF, IVA, impuesto de sociedades) hasta ideas más innovadoras adaptadas a la nueva economía digital que está surgiendo:
Impuestos sobre el capital y la riqueza: gravar más intensamente las rentas del capital y las grandes fortunas, cuya concentración se prevé que aumente con la IA.
"Tasa robot": gravar el uso de robots o algoritmos que sustituyen empleos humanos, como sugirió ya hace muchos años Bill Gates y respaldó más recientemente Bernie Sanders.
Dividendos tecnológicos: exigir a las grandes tecnológicas que aporten una parte de sus beneficios o acciones a un fondo público que financie la RBU, como propone Yanis Varoufakis.
Impuestos sobre datos personales o servicios digitales: capturar parte del valor generado por la economía de datos que usa nuestros datos personales para generar riqueza en las grandes plataformas.
Aunque el desafío es monumental, la propia IA, al potenciar enormemente la productividad, podría generar la riqueza adicional necesaria. La clave residirá en la voluntad política para diseñar sistemas fiscales que capturen y redistribuyan eficazmente esa riqueza sin destruir la innovación y el crecimiento.
Desmontando mitos sobre la renta básica universal en un contexto de IA masiva: más allá de la izquierda y la derecha: libertad y emprendimiento
Curiosamente, la RBU atrae apoyos desde ángulos ideológicos opuestos. Mientras la izquierda la ve como un instrumento de justicia social e igualdad, algunos liberales y conservadores la defienden en nombre de la libertad individual y la eficiencia. Argumentan que dar dinero directamente empodera a los individuos para tomar sus propias decisiones, reduce la burocracia paternalista del estado de bienestar y elimina las "trampas de pobreza". La analogía con el "cheque escolar" sería pertinente: se confía en la capacidad del individuo para gestionar sus recursos y tomar decisiones en lugar de tener una dependencia completa del estado.
Asimismo, lejos de fomentar la pereza, la RBU podría catalizar el emprendimiento. Al proporcionar una red de seguridad básica, reduciría el riesgo financiero asociado a iniciar un negocio, democratizando la oportunidad de innovar. La evidencia de varias pruebas piloto de RBU, por ejemplo la realizada en la India, que muestra un aumento de pequeños negocios, respalda esta hipótesis. En un mundo donde el trabajo tradicional escaseará, fomentar la iniciativa individual será crucial y algunos individuos o pequeños grupos excepcionales, aprovechando al máximo la potencia de la IA, podrán desarrollar, sin duda, proyectos económica y socialmente muy valiosos para la humanidad.
Finalmente, la RBU abre la puerta a una reflexión profunda sobre el significado del trabajo. En sociedades donde, por desgracia, un alto porcentaje de personas se declara insatisfecha con su empleo, garantizar la subsistencia podría liberar a muchos individuos de la "maldición bíblica" del trabajo, permitiéndoles buscar actividades más acordes con sus vocaciones y valores, redefiniendo la contribución social más allá del empleo remunerado y recuperando la noción (ampliamente arraigada en muchas corrientes filosóficas ancestrales como, sin ir más lejos, en el humanismo de origen cristiano y clásico que está en la base de los valores europeos y occidentales) de valor del individuo por el mero hecho de existir no ligado únicamente a su capacidad para producir riqueza.
Conclusión: prepararse para la tormenta (antes de que empiece a diluviar)
La renta básica universal no es una solución mágica ni exenta de desafíos. Su implementación requiere un diseño cuidadoso, una financiación sostenible y una adaptación cultural. Persisten dudas legítimas sobre sus efectos a largo plazo en la inflación y la dinámica económica general.
Sin embargo, ante la magnitud de la disrupción que promete la inteligencia artificial general y la ausencia, por el momento desde la política y los gobiernos, de alternativas claras (que ojalá empiecen también a debatirse y desarrollarse), la renta básica universal se perfila como una de las herramientas políticas más relevantes y potencialmente necesarias para navegar la transición, aunque por su complejidad no es algo que se despliegue de forma óptima de un año para otro (e implica remodelar o suprimir la mayor parte de las prestaciones ya existentes) y seguramente no tenemos mucho tiempo hasta empezar a ver una disrupción enorme de la IA en el empleo, primero el “intelectual” y años más tarde en otros campos con el avance de los robots gobernados por IAs. La renta básica universal ofrece una vía pragmática para abordar simultáneamente los riesgos de desempleo masivo, desigualdad extrema y malestar social, al tiempo que potencia la libertad individual y la capacidad de adaptación.
Ignorar la RBU o descartarla directamente como una utopía irrealizable sería imprudente. Los gobiernos, las instituciones internacionales y la sociedad civil deben intensificar la investigación, la experimentación y el debate informado sobre sus distintas modalidades y mecanismos de financiación y hacerlo pronto.
Ni que decir tiene, que al ser un mecanismo relativamente simple de entender —un pago universal para cada individuo—, la RBU podría ganarse fácilmente el favor del electorado en un momento de grandes tensiones laborales. Aun así, su implantación real requeriría de alianzas políticas transversales y un notable ejercicio de reforma fiscal (y de repensar otras cuestiones que también serán fuertemente sacudidas por toda la transformación que traerá la revolución de la IA como las pensiones, el desempleo, la formación…)
Empezar a desarrollar marcos para una posible renta básica universal (al igual que estudiar otras posibles alternativas) no es una concesión a la pereza, sino una preparación estratégica para un futuro donde la relación entre humanos, tecnología y trabajo cambiará, muy probablemente, de forma irreversible. La tormenta de la AGI se acerca, y la renta básica universal podría ser el ancla que nos permita capear el temporal y construir una sociedad más justa y resiliente en una nueva era de máquinas inteligentes.
Fernando Nieto Lobato
Director de Innovación Digital de la Institución Educativa ALEPH
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IA en acción (nuestro rincón más práctico)
Herramienta de IA de la semana
Gemini 2.5 Pro
Aunque ha pasado un poco más desapercibido de lo que merece, por la atención mediática que ha logrado el nuevo sistema de generación de imágenes de GPT-4o lanzado por OpenAI el mismo día, lo cierto es que Google tiene ahora mismo el modelo de IA más potente al que podemos acceder directamente (ya que O3 de OpenAI está disponible únicamente usando Deep Research) y además lo ha puesto a disposición de todos los usuarios de forma gratuita tanto en AI Studio como en la propia web y aplicación de Gemini.
Les invitamos a probar este poderoso modelo que, además de en otros benchmarks que lidera, muestra su potencia alcanzando los 130 puntos de cociente intelectual en un test de inteligencia de Mensa.
Prompts para GPT-4
Directamente relacionados con el artículo principal de esta semana les traemos los siguientes prompts que permiten explorar más a fondo el tema:
Actúa como un economista experto en políticas públicas y tecnología en un escenario de llegada de la AGI hacia 2030. Diseña un plan detallado de financiación para una Renta Básica Universal (RBU) en un país hipotético con 50 millones de habitantes y una economía altamente digitalizada.
Incluye en el análisis:
Impuestos sobre el capital
Impuestos a la automatización (tasa robot)
Plusvalías generadas por el uso de datos personales
Otras fuentes potenciales de financiación como dividendos tecnológicos u otros mecanismos emergentes
Además, evalúa las implicaciones del plan propuesto en términos de inflación, redistribución de la riqueza y efectos sobre la demanda agregada en dicho contexto económico y tecnológico.
Actúa como una experta en políticas públicas y transformación socioeconómica ante el avance tecnológico, y compara las ventajas e inconvenientes de mantener un sistema de subsidios tradicionales (condicionados al desempleo, a la búsqueda activa de empleo, etc.) frente a la Renta Básica Universal (RBU) incondicional en un contexto de irrupción de la inteligencia artificial general (AGI), que asume progresivamente un mayor porcentaje de los empleos humanos. Identifica los cambios administrativos, burocráticos y en la percepción ciudadana que provocaría la implementación de cada uno de estos esquemas. Considera cómo la lógica de la “condicionalidad” podría volverse inadecuada en un escenario futuro donde el trabajo remunerado escasee estructuralmente debido a la automatización avanzada.
Recomendación de la semana
Nos ha llamado poderosamente la atención este fragmento de una entrevista muy reciente a Bill Gates, distinta a la que se menciona en el artículo principal, en la que también aborda el futuro del trabajo con el progreso de la inteligencia artificial, en este caso con un enfoque que va directamente al fondo filosófico de la cuestión:
Nota: Jon Hernández ha publicado en su cuenta de X una versión “doblada automáticamente al español con tecnología de Eleven Labs de ese mismo fragmento”
Enlace al video completo de toda la entrevista